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San Juan de Ortega · Arte y fe
Iglesia monacal
de San Juan de Ortega
Querido visitante, ya seas viajero o peregrino, que recorres la ruta jacobea que transita por estas tierras desde hace siglos rumbo a Compostela; eres bienvenido al Santuario de San Juan de Ortega. San Juan de Ortega es uno de los lugares más conocidos y emblemáticos del Camino Francés. El origen de este monasterio está ligado a la personalidad del santo, preocupado por la atención, tanto material como espiritual, de los caminantes, como por la gratuidad en el servicio hacia ellos.
En el siglo XII se levantó este templo que ahora visitas, uniéndose al hospital de peregrinos y a la originaria capilla de San Nicolás que puedes visitar si todavía no lo has hecho.

El proyecto original de este templo se atribuye al propio San Juan de Ortega, compuesto de tres naves de un solo tramo, crucero y tres capillas en la cabecera, con una novedosa planta de cruz griega, singular en el románico español, idea quizás traída por Juan de su peregrinación a Oriente. El templo fue ampliado a mediados del siglo XV con un nuevo tramo de naves, ya de estilo gótico, cambio de estilo que se puede advertir claramente en el crucero cubierto con bóvedas nervadas.
Comencemos nuestra visita. Cruzando el umbral para acceder al recinto sacro, te encuentras en la parte posterior del templo, bajo el coro. Eleva tu mirada para descubrir la llamativa bóveda con sus nervios policromados. Verás que dos enormes columnas sustentan el armazón del coro.
Baja tu mirada y advierte a tu izquierda una sobria pila bautismal. El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, pórtico de la vida en el Espíritu y puerta de acceso al resto de sacramentos. Por el Bautismo que aquí se recibe somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegando a ser miembros de Cristo e incorporados a su Iglesia. Colocada en la pared oeste y frente a la pila puedes contemplar una magnifica talla de San Juan Bautista atribuida a la escuela de Gil de Siloé.
“En verdad te digo: el que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”
San Juan 3, 5
Continúa tu visita por la nave de la epístola, situada a la derecha de la entrada principal, en su muro sur, bajo un grandioso óculo por el que entra la luz del mediodía, está ubicado el retablo renacentista dedicado a San Jerónimo. Su espíritu siguió la Orden de San Jerónimo asentada en este monasterio durante cuatro largos siglos, desde el 1432 hasta comienzos del siglo XIX. Esta magnífica obra fue erigida a finales del siglo XVI y consta de banco y dos cuerpos divididos en tres calles más un remate semicircular.
Comienza por el banco en la parte inferior, en el cual verás tres relieves relativos a la leyenda de “San Jerónimo y el león”. A la izquierda podemos apreciar el sobresalto de los monjes por la aparición de una fiera herida, mientras que nuestro Santo, sana al animal sacando una espina de su pata. En el centro, el león es utilizado como bestia de carga en sustitución del asno que ha sido robado, mientras que en el relieve derecho, advertimos cómo el león hace huir a los mercaderes, ladrones del asno, al cual lleva de nuevo al convento junto a diversos camellos cargados de ricas mercancías. Cuenta la leyenda que los mercaderes en prueba de su arrepentimiento enviaban vituallas cada año al monasterio.
La talla de San Jerónimo penitente ocupa el centro, corresponde a su etapa ascética de retiro en el desierto dedicado a la penitencia y contemplación. En la parte superior un delicado altorrelieve de la Virgen María con el Niño bendiciendo. Escoltando estas imágenes, cuatro relieves exponen la intercesión de San Jerónimo sobre diversos religiosos que se pusieron bajo su amparo, en el primer cuerpo y, de izquierda a derecha, Dios aparece en sueños censurando a Jerónimo por su soberbia intelectual, mientras que el santo es azotado, llevándole a su retiro en el desierto como medio de expiación. A la derecha, un religioso mitrado en su lecho de muerte es acompañado por tres frailes que nada pueden hacer contra las asechanzas del demonio que busca la perdición de su alma, pero de lo alto, San Jerónimo acude en auxilio del moribundo.
Ya en el cuerpo superior, otro milagro de nuestro santo, el cual aparece en el cielo para detener la espada con la que un soldado quería degollar a Silvano, obispo de Nazaret, al tiempo el responsable pierde su cabeza como castigo a su acción. Por último, a la derecha, el demonio tienta a un grupo de religiosas sin lograr su objetivo al encontrarlas en ferviente oración ante la imagen del santo. En el remate semicircular que corona el conjunto, aparece un abad mitrado sentado en su escritorio, recibiendo la inspiración de San Jerónimo, autor de la Vulgata, traducción de la Biblia al latín, versión oficial de las Sagradas Escrituras para la Iglesia Católica durante siglos.

“Amemos a Cristo y todo lo difícil se nos hará fácil”
San Jerónimo Ep. 22, 40
Contiguo al retablo descubrimos la curiosa talla de Nuestra Señora del Patrocinio, acompañada de figuras angelicales mientras que la capilla adyacente está dedicada a Santo Domingo de la Calzada, maestro de San Juan de Ortega.
En el centro del templo y tras una sobria reja que únicamente se abre durante celebraciones litúrgicas, puedes advertir el extraordinario Sepulcro-Baldaquino gótico con la efigie yacente del santo realizada en fino alabastro. Este monumento funerario fue encargado por los condestables de Castilla a Simón de Colonia y a Gil de Siloé, a mediados del siglo XV. En sus laterales están tallados seis relieves con escenas de la vida y milagros de San Juan de Ortega.
A los pies está tallada la escena más antigua: Juan rezando a San Nicolás para no naufragar a su retorno de Tierra Santa y prometiendo consagrar un templo en su honor.
En la cabecera se representa los Milagros realizados ante el sepulcro del Santo. “Fueron tantos los milagros con que Dios atestigua la santidad de su siervo, que si los tomáramos por único asunto de su vida, saliera un libro no pequeño”.
En el lado izquierdo podemos ver las escenas relativas a Un pobre resucitado por la oración del Santo y San Juan curando de ceguera a los ladrones que le habían robado sus bueyes, ceguera acaecida por su mala acción.
Por último, en el flanco derecho vemos a San Juan de Ortega orando entre los árboles y el Milagro del pan, suceso de tintes evangélicos, realizado para sustentar a los peregrinos. A media altura, podemos distinguir seis imágenes policromadas de época barroca correspondientes a santos de carisma jerónimo, ocupan las peanas del lado izquierdo; Santa Marcela, San Jerónimo y Santa Eustoquio, mientras que a la derecha están las de Santa Paula, San Paulino de Nola y San Eusebio Cremonese, sucesor de San Jerónimo.

“El amor no tiene límites y la impaciencia no conoce mesura”
Santa Paula

En la parte posterior de tan suntuoso monumento funerario está el ábside centraldonde la peculiar estructura de sus ventanales crea un singular juego de luces y sombras al incidir sobre ellos la luz del amanecer. El altar mayor ocupa el centro del ábside, estando presidido por un sobrio crucifijo, Cristo Crucificado que nos liberó del pecado y de la muerte dando su vida en la cruz -cruz no entendida como derrota, sino como antesala del triunfo definitivo sobre la muerte que llegará con la Resurrección.-
A los lados se pueden distinguir las tallas de San Juan de Ortega y de San Jerónimo. En la parte anterior se encuentra una talla de la Virgen del Pilar. María se apareció al Apóstol Santiago en Zaragoza en torno al año 40, siendo la aparición mariana más antigua reconocida por la Iglesia.
Rodeando la verja llegamos a la nave izquierda, donde vemos la talla de Santa Paula, discípula de San Jerónimo, copatrona de la Orden Jerónima y una de las figuras más relevantes del monacato femenino en los primeros tiempos del cristianismo.
En el muro lateral se encuentra tallada la cruz patriarcal, únicamente los templos que detentaban la Cruz Patriarcal pueden otorgar Indulgencia plenaria a los peregrinos.
Aquí se encuentra también el llamativo Sepulcro románico, extraordinario sarcófago de caja rectangular, está decorado en la parte frontal y en las laterales, se cubre con una tapa esculpida a doble vertiente, obra realizada a finales del siglo XII, sepulcro que nunca fue utilizado.
En el centro del costado principal, podemos contemplar dentro de una mandorla, a Cristo “Pantocrator”, Todopoderoso y lleno de majestad, que bendice con su diestra y porta un libro en la izquierda. Le acompañan los símbolos de los cuatro evangelistas -Tetramorfos-: El ángel de San Mateo, el león de San Marcos, el águila de San Juan y el toro de San Lucas. El resto del frente presenta a los apóstoles, seis a cada lado, bajo arcos de medio punto sobre las que se disponen una serie de arquitecturas que simbolizan la Jerusalén Celeste, únicamente se identifica a San Pedro, con las llaves, situado a la derecha de Cristo.
En el costado derecho aparecen un hombre a caballo y otro a pie, que bien podrían ser San Martín repartiendo su capa con un mendigo, tema muy apropiado para lugares de peregrinación como este monasterio, donde siempre ha sido fundamental la gratuidad en el servicio con el necesitado.
En el costado izquierdo, dentro de un clípeo sostenido por cuatro ángeles, se representa al “Agnus Dei”, Cordero místico que sostiene una larga cruz. La parte posterior aparece sin ornamentación, lo que hace pensar que en origen estuvo adosado a la pared. En la parte anterior de la tapa sepulcral vemos la muerte de San Juan de Ortega, que aparece yacente en su lecho mortuorio, mientras dos ángeles “psicopompos” elevan su alma, representada en forma humana, sobre un paño. Flanqueando esta escena, se encuentran las figuras del obispo y cuatro abades de los monasterios cercanos en un lado y, en el otro, cinco canónigos regulares del monasterio en oración. La parte posterior inacabada posee composiciones circulares, mientras los lados llevan únicamente ornamentación vegetal.
“Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”
San Juan 3, 17
Detente ahora ante el ábside izquierdo puedes contemplar el retablo del Juicio Final o de las Ánimas del Purgatorio, de finales del siglo XVI y de estilo romanista. La negación de la existencia del Purgatorio por parte de los protestantes incrementó en el mundo católico la intercesión y oración por las almas de los fieles, erigiéndose innumerables retablos con esta temática.
En la primera calle se hallan las almas que se han condenado al rechazar la Gracia de Dios. Encima distinguimos a las almas del Purgatorio en actitud suplicante mientras purifican sus pecados y en la parte superior aparecen los Apóstoles en actitud intercesora hacia María, “Puerta del Cielo”, cuya imagen con el Niño en sus brazos, preside el retablo. Coronando el conjunto, Cristo resucitado mostrando sus llagas redentoras, ya que nuestra salvación es don gratuito de Dios y de su amor por nosotros y no depende de nuestras obras y méritos.
Después de profundizar en este sugerente retablo, eleva tu mirada para contemplar a la izquierda el extraordinario triple capitel donde se desarrolla una secuencia del CICLO DE LA NATIVIDAD; Anunciación, Visitación, Nacimiento y Anuncio a los pastores.
El ciclo comienza con la escena de la Anunciación, en la que vemos al Arcángel Gabriel portando un báculo rematado en una cruz, arrodillado ante María, que recibe el anuncio sobrenatural y, admirada, eleva sus manos en señal de aceptación a la voluntad divina. A esta escena la sigue la figura de una mujer, la misma María, meditando este misterio.
A continuación, se representa la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel, ambas se abrazan e Isabel pone su mano sobre el vientre de María para destacar su estado de gracia.
En la parte central del triple capitel está el momento culminante del ciclo, el del Nacimiento del Salvador,desarrollado con numerosos detalles anecdóticos. En la parte inferior se encuentra la Virgen acostada en su lecho, encima está el pesebre con el Niño Jesús, protegido por la mula y el buey. Tres lámparas de aceite cuelgan de una tabla del techo, la Estrella de Belén corona el Nacimiento. A la izquierda, completa la escena el Sueño de José, en una disposición ajena a lo representado aparece San José, al que en sueños un ángel le revela la naturaleza divina del estado de María.
El ciclo termina con el Anuncio a los Pastores, escena simplificada por la limitación de espacio y representada por un único pastor que escucha la “Buena Nueva” que el ángel le comunica. Cabe mencionar el curioso fenómeno que ocurre sobre este capitel; cada año, en ambos equinoccios a las 5 de la tarde, hora solar. El fenómeno de la luz está especialmente diseñado para que el día 24 de marzo, a la hora de vísperas de la fiesta de La Anunciación, la luz ilumine la escena de la anunciación del ángel a María y después a todo el misterio de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.
“Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”
San Lucas 2, 11
Vamos acabando la visita donde hemos aunado arte y fe, esperamos que haya sido grata, pero antes de abandonar el templo para proseguir tu Camino, te invitamos a tener unos momentos de recogimiento y oración como hacía San Juan de Ortega para llevar a cabo su obra o, simplemente, alabar y dar gloria al Señor frente al Sagrario.
Para ello, ponemos a tu disposición algunas oraciones que pueden ser útiles y diversos enlaces para profundizar en la vida de San Juan de Ortega, San Nicolás, San Jerónimo y muchos otros santos que dedicaron su vida a seguir los pasos del Señor y a servir al hermano. Además, en los siguientes enlaces, encontrarás lecturas y oraciones que podrán ayudarte en tu meditación.
Bendición de los peregrinos
Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los Caldeos, guardándole en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto, te pedimos que, por intercesión de San Juan de Ortega, ante cuya tumba estamos, te dignes guardar a estos hijos tuyos que, por amor de tu nombre, peregrinan a Compostela.
Sé para ellos compañero en la ruta, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, brisa suave en el calor, abrigo ante el frío, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos para que, con tu ayuda, lleguen incólumes al término de su camino y, enriquecidos de gracias y virtudes, vuelvan sanas y salvos a sus casas llenos de perenne alegría. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Oración al Apóstol Santiago
Hacia ti y contigo, Santiago, cada peregrino encuentra su propio milagro.
En ti y contigo, Santiago, quien mira hacia el cielo siente que está llamado a vivir con Cristo, a sentir y avanzar por los caminos de la vida, con Aquel que, en el camino, dejó una cruz con su sello.
Amén.

José María
Alonso Marroquín
La devoción a San Juan de Ortega se ha mantenido a lo largo de los siglos desde que él fundó este lugar, así como la atención a los peregrinos y pobres. La labor hospitalaria recuperó una especial importancia en los años 80 del pasado siglo XX, gracias al párroco Don José María Alonso Marroquín (1926-2008), que siguiendo la estela de San Juan creó el albergue parroquial, atendiendo de forma personal y cercana a cuantos peregrinos se acercaban. Fueron famosas sus “sopas de ajo” con las que invitaba a cenar a los peregrinos.

Entra y navega por el templo.
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